

Todos los ciclistas sabemos lo dura que puede ser la bici en algunos momentos, pues aquí un compañero ciclista, un poeta de bici diría yo, resume en pocas lineas lo que puede ser una prueba ciclista, y mas si se le añade pavés, aunque con un escenario ideal como es el de la París-Roubaix todo cambia, ya se sabe sarna con gusto no pica.
Esta es la crónica de un amigo que acompaño a Carlos y Pep por tierras Belgas.
Crónica de un día inolvidable:
Paris-Roubaix un escenario dramático con 32 apariciones del diablo empedrado, una frágil línea envenenada que te empuja hacia el infierno por un recorrido espeluznante, inigualable, inexplicable. Una prueba en la cual la tecnología no tiene cabida. Nada ni nadie puede minimizar el impacto incesante de los pavés. Sacudidas que se inyectan en los dedos, en las manos, en las muñecas, en los antebrazos y en los bíceps. Vibraciones envenenadas sin antídoto para su cura. Tan sólo puedes pedalear para salir cuanto antes del pavé, y la salida cada vez se aleja más y cada vez hay menos fuerzas para atravesar el infierno. Sumas kilómetros y más kilómetros, restas pavés y más pavés. Pero esta resta no es alentadora. De nada sirve saber que ya sólo restan 5 tramos de pavés. Que ya has podido superar 27 tramos. El positivismo no se implanta en esta prueba. Eres consciente que TODAVÍA quedan 4 entradas en la sala de tortura. Y tu cuerpo pide clemencia, misericordia. Pero estas peticiones no son aceptadas. Avanzas abatido, desnudo, desposeído de cualquier atisbo de lucha y de garra. Avanzas como un espectro, sin orden ni mando y de repente te encuentras en el velódromo. Una pista que te hace renacer. Un velódromo que se ilumina. Un velódromo que te proyecta hacia el cielo. Un velódromo que hace desaparecer cualquier dolencia. Un paraíso a la salida del infierno. Así es la Paris-Roubaix: Un INFIERNO con salida hacia el PARAISO.
Lastima que no lo he escrito yo pero cuando lo he leído me entraba un gran escalofrió de entender cada palabra al milímetro de ellas,el paso por la Paris-Roubaix es un peaje que todo amante del buen ciclismo debería pagar.
Nota:perdona Javi por copiar tu cronica.
Nane
Paris-Roubaix un escenario dramático con 32 apariciones del diablo empedrado, una frágil línea envenenada que te empuja hacia el infierno por un recorrido espeluznante, inigualable, inexplicable. Una prueba en la cual la tecnología no tiene cabida. Nada ni nadie puede minimizar el impacto incesante de los pavés. Sacudidas que se inyectan en los dedos, en las manos, en las muñecas, en los antebrazos y en los bíceps. Vibraciones envenenadas sin antídoto para su cura. Tan sólo puedes pedalear para salir cuanto antes del pavé, y la salida cada vez se aleja más y cada vez hay menos fuerzas para atravesar el infierno. Sumas kilómetros y más kilómetros, restas pavés y más pavés. Pero esta resta no es alentadora. De nada sirve saber que ya sólo restan 5 tramos de pavés. Que ya has podido superar 27 tramos. El positivismo no se implanta en esta prueba. Eres consciente que TODAVÍA quedan 4 entradas en la sala de tortura. Y tu cuerpo pide clemencia, misericordia. Pero estas peticiones no son aceptadas. Avanzas abatido, desnudo, desposeído de cualquier atisbo de lucha y de garra. Avanzas como un espectro, sin orden ni mando y de repente te encuentras en el velódromo. Una pista que te hace renacer. Un velódromo que se ilumina. Un velódromo que te proyecta hacia el cielo. Un velódromo que hace desaparecer cualquier dolencia. Un paraíso a la salida del infierno. Así es la Paris-Roubaix: Un INFIERNO con salida hacia el PARAISO.
Lastima que no lo he escrito yo pero cuando lo he leído me entraba un gran escalofrió de entender cada palabra al milímetro de ellas,el paso por la Paris-Roubaix es un peaje que todo amante del buen ciclismo debería pagar.
Nota:perdona Javi por copiar tu cronica.
Nane
No hay comentarios:
Publicar un comentario